Aves volando hacia un atardecer y lejos de una cadena rota.
Yo soy Kendy, una mujer de 31 años de edad, mexicana, nacida en la ciudad de León Guanajuato, casada, con cuatro hijos. Emigré a este país a la edad de once años y hace siete radicó en el condado de Trempealeau, Wisconsin.
Soy una mujer soñadora, muy expresiva en mis sentimientos, que de niña soñaba con ser la mejor mamá del mundo, pinté un mundo de colores en mi mente e imaginación, perfecto, fácil de vivir y construir todo aquello que yo anhelaba y visionaba. Soñaba con aquel castillo hermoso, fino, lleno de unicornios, caballos, con una familia perfecta, un esposo, hijos, aquel héroe que estaría conmigo el resto de mi vida. Pero al paso del tiempo, mi vida era muy distinta a lo que esa niña había soñado.
Llegó por primera vez la experiencia que la mayoría de adolescentes solemos pasar, el primer desamor de adolescencia que me convertiría en mamá por primera vez a la edad de 15 años de una hermosa niña. Sentí en aquel momento que mi castillo se derrumbaba en mil pedazos, a consecuencia del fracaso de esa relación por mis decisiones en aquel momento, de una adolescente enamorada. Fue una consecuencia que me forzó a madurar, no había opción para mí, tenía que hacerlo y fue un proceso muy doloroso y difícil, imaginando que ya no lograría más aquella familia soñada.
Al pasar el tiempo fui bendecida con dos princesas más y ese príncipe soñado, Dios me regaló una vez más la oportunidad de enamorarme y volver a soñar con esa familia anhelada. Finalmente mi mundo se había completado con aquella familia soñada. No fue fácil, fueron muchos años de dolor y aprendizajes donde muchas veces me sentía culpable porque en el proceso estaba fallando como mamá. Yo era muy joven aún, era una niña creando a otra niñas literalmente, niñas que me motivaban a salir a luchar y enfrentar la vida, mi realidad, porque ellas dependían de mí. Yo soy responsable por lo que ellas serán en un futuro y necesitan una mamá fuerte, valiente, un refugio donde ellas se sientan protegidas, emocionalmente en paz, económicamente estables porque es sumamente importante tener esa estabilidad económica también.
Cada una de ellas trajo una gran bendición a mi vida, lecciones que aprendí y que se quedarán para el resto de mi vida. Han sido ya quince años en mi rol como madre y ellas son mi motor de vida quienes provocan esas fuerzas a seguir luchando, sacando la mejor versión de mí. Me esfuerzo por dejar huellas en su alma, ser esa fuente de motivación inspiración, esperanza, empoderamiento, soñar en grande, que sean ellas mismas que brillen con luz propia, y nunca permitan que nadie la apague. Ellas son mi historia más maravillosa que contar en mi vida, son ese capítulo que jamás quiero borrar.
Foto profesional de los hijos de Kendy.
Ya una vez que Dios me había dado la oportunidad de tener todo lo que había anhelado, desafortunadamente por mucho años me sentía vacía. Mi familia no estaba llenando el hueco que sentía en mí, porque había olvidado lo más importante: amarme a mi misma. La falta de ese amor propio dio lugar al maltrato físico y psicológico que literalmente me estaba matando en vida, pero ¿cómo entender o cómo ayudar a una mente tan confundida? Eran tantos sentimientos encontrados, tantas preguntas sin respuestas, eran momentos aterradores que rondaban por mi mente, eran problemas que para mi no había soluciones y que jamás pensé que pasaría la terrible idea en mi mente de atentar contra mi vida. Y no es que no tuviera a mi alrededor personas que no me amaran, las había y deseaban lo mejor para mi, pero estaba tan ciega, tan enfocada por hacer felices a los demás, que había olvidado lo más importante y esa era yo; amarme a mi misma, aceptarme, quererme protegerme a mí misma, y eso se llama amor propio. Estaba tan envuelta en el círculo vicioso de la violencia verbal y física donde siempre encontraba una justificación para el maltrato, no solo estaba sufriendo yo, si no lo que más amaba en la vida mis hijas estaban normalizando el maltrato que horror, dolor, injusticia, impotencia, que un niño tenga que pasar por esto nadie lo merece, qué injustos somos a veces como padres permitir que nuestros hijos tengan que pasar por estas situaciones tan desagradables, normalizar tanto horrores, violencia, traumas. No es justo nadie merece este tipo de vida. Pero desafortunadamente todo esto es real sigue pasando en esta era tan moderna, hemos adaptado en nuestra vidas mucho de lo nuevo, pero menos lo más importante abogar por nuestros derechos, a alzar la voz cuándo es necesario, entender que tenemos derechos no necesitamos ser abogados, doctores, trabajadoras sociales profesionales para abogar, todos tenemos el mismo valor como seres humanos. Nuestras culturas y raíces tienen tantas cualidades tan maravillosas que son únicas sus tradiciones y gastronomía. No permitamos que todo eso maravilloso se opaque por falta de educación y mentes machistas.
Por fortuna, en octubre de 2020 tuve la gran oportunidad de escuchar sobre el programa de CCmáS luego de una cita de seguimiento en Planned Parenthood. Una enfermera me hablaría de este programa y ella pensó que era una estupenda idea que me convirtiera en una promotora de salud de CCmáS. Fue así que me convertí en una promotora de salud sin imaginar lo que estaba por venir, un capítulo nuevo en mi vida lleno de aprendizajes, de crecimientos personales y laborales, de educación, de aventuras, experiencias que jamás imaginé que tendría la oportunidad de vivirlas.
Kendy había regresado a la vida despertando aquellas ganas de vivir, de soñar en grande, esos sueños locos inalcanzables que para muchos aún siguen siendo inalcanzables, pero para mi ya no. CCmáS me dio la gran oportunidad de descubrir que yo tenía esa gran fuerza y capacidad, que soy una mujer llena de virtudes para ser alguien grande en la vida, que yo valgo mucho y que no estoy sola porque lo más maravilloso de este programa es que existe este gran equipo de promotoras, apoyandote. Son humanos como todos, que todas tenemos una historia, unas
más tristes que otras, pero todas tenemos una historia, un pasado que contar. Lo más importante a mi juicio es el aprendizaje, porque lo más lindo que nos deja este programa, no solo que educamos en salud, sino que aprendemos con las experiencias vividas. No son cuentos inventados, vivimos realidades. Hablamos de todo y tenemos la habilidad de crear confianza y ese es el propósito brindar a la comunidad confianza porque si hay algo que no sabemos lo investigamos vamos literalmente de la mano juntos buscando respuestas a nuestras dudas ayudándonos mutuamente.
Cuatro personas en una roca unidas de manos alcanzando a un individuo en otra roca.
Y entonces un día me di cuenta que todo comenzaba de nuevo…mi sonrisa volvió a ser dueña de mi vida. me levanté, sonreí, suspire, y seguí adelante, vivo cada instante, porque el día de hoy nunca se repetirá jamás, brindó todo el amor que soy capaz de dar, tal vez alguien en algún lugar lo necesite. Nunca pierdo la esperanza, las tormentas me han hecho más fuerte y sé que nunca duran para siempre. La esperanza reside en los sueños, en la imaginación y en el coraje de aquellos que se atreven a convertir sus sueños en realidad. Y a ti que sientes que no hay esperanza, que no hay salida quiero decirte que no desmayes y no pierdas la fe, siempre habrá una luz al final del túnel no permitas que nada ni nadie te roben tus sueños, libérate de todo aquello que te lastima, edificate de personas que sumen a tu vida, que te motiven a volar muy alto.
CCmáS ha dejado gran aprendizaje en mi vida, y sé que seguirá impactando muchas vidas más porque su prioridad es la seguridad del personal y la comunidad, su trabajo arduo para proteger el acceso continuo a la atención reproductiva tiene sus raíces basadas en el amor. Condenan todas las formas de violencia y odio dentro de nuestras comunidades. No podemos forzar a nadie a comprender un mensaje que no está listo para recibir pero. Aun así nunca debemos subestimar el poder de plantar la semilla. CCmáS está aquí para brindarte apoyo educación y recursos.
Una mujer en un muelle mirando al cielo con los brazos extendidos.
“ La libertad sin educación siempre es un peligro, Y la educación sin libertad es vana”
John Fitzgerald Kennedy
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