
Soy Consuelo Morales. Vengo de una familia grande, de diez hermanos y una hermana, y soy la última de mi familia. Vivimos en Puerto Ordaz, Venezuela. Desde mi infancia vi como eran muchos varones y ellos tenían más privilegios que las hembras. Podían salir y entrar, y nosotras teníamos que pedir permiso y con todos esos no nos dejaba, íbamos de clase a casa y no tenía otra actividad, sino salir con mis padres a algún evento. No era como mis hermanos, esa era la diferencia en mi familia, por ser mujer no podía salir sola. En nuestros valores culturales, había más responsabilidad de la mujer para criar por los hijos, pero fue totalmente diferente para los hombres que pueden dejar embarazada una mujer pero no tenía la responsabilidad criar o cuidar la mujer y el bebe. Carga muy fuerte para una mujer.
Consuelo con blusa amarilla en un evento formal.
Después de salir de mi casa a los 19 años cuando me casé y me realicé como ser madre. Mi esposo y yo criamos tres hijos, una mujer y dos hombres. En estos momentos, entendí el cuidado de mi madre por las hembras porque una mujer tiene mucha responsabilidad de tener un bebe, y no quería que mi hija tuviera esa responsabilidad demasiado joven.
En 1994, había una situación económica difícil en Venezuela para muchas personas y yo decidí con mis hijos salir del país para buscar un lugar más seguro y mejor para el futuro de todos. Salí como una madre soltera porque me había divorciado de mi esposo.
Soy una mujer con una carrera Bancaria y Publicidad, trabajé en Bancos por más de 20 años en mi país, llegué a este país sin nada. Vine con mis tres hijos, mi hija, su esposo, y mis dos nietos. Empezó mi vida dura igual que todos los inmigrantes que vienen a este país. Tuve un año sin trabajar, no conseguí, ni tenía contacto. Cuando llegué a Miami y mi yerno consiguió un contacto en Madison, Wisconsin que le dijo que aquí había trabajo y el se vino primero y después nos venimos nosotros. Estuve navegando y conseguí trabajo en una Empresa de Uniforme en Madison. Después de su cumpleaños de 19 años, uno de mis hijos se devolvió a Venezuela porque no se acostumbraba a la vida de los Estados Unidos.
También soy sobreviviente de abuso doméstico. Después de tres años en Madison, conocí a un hombre en mi trabajo. Empezamos una relación y a vivir juntos. Desafortunadamente, yo sufría abuso en esta relación por 6 años hasta que ocurrió lo peor en este abuso un día. Después de algunos días, fui hablar con un pastor en mi iglesia, y me recomendó que lo denunciará y hablara con la policía. Lo hice, lo detuvieron, y no supe más de él por más de diez años. Mi hijo y yo nos mudamos y seguimos trabajando para empezar una nueva vida.
Tuve el apoyo de DAIS, una organización de servicios para víctimas del abuso. En todos momentos me ayudaron a ir a la corte y con el abogado. También recibí apoyo de UNIDOS, una organización que ofrece charlas, recursos, y conversaciones entre mujeres para víctimas de abuso doméstico en la comunidad latina. Encontré un psicológico para poder sanar mi vida y seguir adelante. Cada persona que ha sufrido el abuso doméstico debería tener un psicológico para navegar este trauma. También es importante reconocer cuando hay abuso en un hogar, también los hijos sufren. Para la víctima y sus hijos, es importante salir de estas relaciones para que no esperan que algo más grave pase.
Con todo lo que había pasado, fue para mí como que tengo una misión en la vida para ayudar a otros. Alguien que conocí por una presentación para nuestro grupo de apoyo en UNIDOS estaba trabajando en un programa de promotores de salud para Planned Parenthood de Wisconsin. Ella se llama Rosario. Me llamó y me preguntó si quisiera ser Promotora de Salud porque como ella sabía todo lo que yo había pasado, me dijo que podría ofrecer mucha ayuda a la comunidad Latina. Le dije sí y empecé haciendo el curso de entrenamiento para promotores. Mi primera Fiesta Casera fue en Sun Prairie con la Gerente del programa. Me sentí ayudada por ella y su apoyo. Me sentí maravillada de haber dado esa charla. Entonces conseguí otra en la Iglesia Santa Maria en Madison donde yo voy. Fuimos un grupo grande para personas mayores y todas las promotoras hicieron varios talleres en salones diferentes. Fue un momento de gran enseñanza para mi para tener el apoyo de la Iglesia y la gente.

Consuelo con dos promotoras haciendo una mesa informativa en un parque.

Algunos años después, había otro grupo en Janesville en que hice ocho fiestas caseras con 15 mujeres que tuvieron la experiencia de abuso doméstico. Les ayudó bastante a todas la explicación que le di sobre el cuidado la salud reproductiva y abogacía. Ellas también hacían preguntas y compartían sus historias. Como entramos en Confianza, cada persona contaba su historia, sus tristezas, y alegrías. También conté mi historia con ellas. Me gustó esta experiencia porque podía ayudar a muchas mujeres que sufrieron el abuso doméstico como sufría yo.
Ser promotora se aprende de la historia de otro. Es incomparable el aprendizaje de poder llegar a muchas personas de la comunidad para lograr sus metas y mejorar su salud.
Consuelo bailando en un evento con otras promotoras.